Eucaristía del Domingo 25 de Diciembre de 2022
Solemnidad
Color: blanco
TIEMPO DE NAVIDAD
INTRODUCCIÓN
La solemnidad del nacimiento de Jesús es la celebración cristiana más difundida en el mundo. Después de la Pascua, es la segunda fiesta más importante del año litúrgico. Su origen está en el siglo IV, cuando en Roma se comenzó a celebrar el 25 de diciembre, día de la fiesta civil del Sol invicto, que evocaba la victoria del sol sobre las tinieblas en la fecha del solsticio de invierno. Para los cristianos, Cristo es la verdadera luz del mundo.
Condición necesaria para la muerte y la resurrección, la Navidad celebra el nacimiento de Jesús, y con ello la encarnación de Dios. Para redimir al hombre, Dios asumió históricamente la naturaleza humana, que se transformó así en un signo de la redención. En el arco temporal que va del pesebre a la cruz se encierra toda la vida y obra de Jesucristo, el Mesías Hijo de Dios. Su nacimiento es anuncio de paz, causa de alegría y fiesta de la gloria de Dios.
Hay cuatro misas de Navidad: de la vigilia, de la noche, de la aurora y del día. En todas ellas, el signo del pesebre ayuda a celebrar con mayor sentido la fiesta. La adoración del niño es un hermoso gesto natalicio.
Misa del Día
Antífona de entrada Cf. Is 9, 1. 5
Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; la soberanía reposa sobre sus hombros, y su nombre será Consejero admirable.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que admirablemente creaste la naturaleza humana y, de modo aún más admirable, la restauraste; concédenos participar de la vida divina de tu Hijo, como él compartió nuestra condición humana. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Misa del día
PRIMERA LECTURA
Los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.
Lectura del libro de Isaías 52, 7-10
¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación y dice a Sión: “¡Tu Dios reina!”
¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión. ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, Él redime a Jerusalén!
El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios.
SALMO RESPONSORIAL 97, 1-6
R/. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios.
Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es Rey.
SEGUNDA LECTURA
Dios nos habló por medio de su Hijo.
Lectura de la carta a los Hebreos 1, 1-6
Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo.
Él es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser.
Él sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo.
Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia.
¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: “Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”? ¿Y de qué ángel dijo: “Yo seré un padre para él y él será para mí un hijo”?
Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: “Que todos los ángeles de Dios lo adoren”.
EVANGELIO
Misa del día
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO
Aleluya.
Nos ha amanecido un día sagrado; vengan, naciones, adoren al Señor, porque hoy una gran luz ha bajado a la tierra. Aleluya.
EVANGELIO
La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de Él, al declarar: “Este es Aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”.
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.
Misa del día
ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos, hermanos, al Señor que, siendo rico, se ha hecho pobre para enriquecemos con su pobreza:
Por la santa Iglesia, para que todos sus fieles vivan con alegría y anuncien con valentía el misterio del Hijo de Dios, único Señor y Salvador de todos los hombres, roguemos al Señor.
Para que los que buscan la verdad descubran el Evangelio y acojan con alegría la buena nueva del nacimiento del Salvador, roguemos al Señor.
Por los que en estos días de Navidad lloran la ausencia de los seres queridos, para que no pierdan la esperanza de reencontrarlos en el reino de Dios, roguemos al Señor.
Por los que otros en años celebraban con nosotros las fiestas de Navidad (esta noche santa) y han dejado ya este mundo, para que contemplen en el reino eterno la faz gloriosa de Cristo, el Señor, roguemos al Señor.