Eucaristía del Domingo 11 de Junio de 2023
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Salterio II
Color: verde
INTRODUCCIÓN
La fiesta de Corpus se remonta al siglo XIII. En la ciudad de Lieja, en el 1242, ante las insistencias de la beata Juliana, priora de un convento situado en las afueras de la ciudad, esta fiesta comenzó a celebrarse de manera local en esta diócesis.
Posteriormente Urbano IV, antiguo archidiácono de Lieja la extendió a la iglesia universal. La finalidad de esta solemnidad es proclamar nuestra fe en la presencia real de Jesucristo en la eucaristía.
La eucaristía es el sacramento que nos revela a Jesucristo de una manera más compleja: es su sacramento por excelencia.
Aparentemente la comida, es el signo, más común de todos. ¿Quién no ha compartido la mesa con los amigos? ¿Quién no ha servido un plato de comida a los hijos? Pero ciertamente la manera en que Jesús lo hacía era muy especial y característico de él.
Tanto así, que en el pequeño pueblo de Emaús los discípulos lo reconocieron al partir el pan. En este simple gesto, Jesús demostraba la alabanza a su Padre de los cielos, fuente de toda vida. Jesús, en la fracción del pan, se nos muestra abierto a todos, nadie está excluido de su mesa. La mesa de Jesucristo, el Señor, es la mesa de la unidad de todos los hombres con Dios y de todos los hombres entre sí. Es la mesa de la comunión. La Eucaristía nos revela quién es Jesucristo, el que se da plenamente por todos, es la expresión sacramental de su sacrificio en la cruz que sella una alianza entre la humanidad y Dios.
La presencia de Dios en medio de nosotros, ha asumido en la historia la forma visible y tangible de Jesús, imagen visible de Dios invisible, el revelador del misterio del Padre. Su encarnación y nacimiento en Belén, son el inicio de una serie de signos con los cuales Dios, Dios viviente, nos hará sentir su amorosa presencia. Después de la Ascensión, que lo saca de la experiencia sensible de los hombres, la presencia de Jesús cambia de signo, pero no de realidad. Él se queda y se da bajo el signo del pan partido y del vino, en los cuales se ofrece como comida y bebida de salvación.
Jesucristo nos invita a celebrar la fracción del pan y se hace presente en ella. Hoy, la Iglesia nos invita a centrar nuestra mirada de una manera muy especial en este sacramento, signo de la presencia de Cristo y de la unidad de la iglesia. Celebremos el sacramento que realiza la obra de nuestra redención. Cristo, en la Eucaristía, permanece con nosotros hasta el fin del mundo.
Antífona de entrada Cf. Sal 80, 17
El Señor los alimentó con lo mejor del trigo, y los sació con miel silvestre.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Señor Jesucristo, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión, concédenos venerar de tal manera los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que podamos experimentar siempre en nosotros los frutos de tu redención. Que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Te dio un alimento que ni tú ni tus padres conocían.
Lectura del libro del Deuteronomio 8, 2-3. 14b-16a
Moisés habló al pueblo diciendo:
Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos. Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor.
No olvides al Señor, tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud, y te condujo por ese inmenso y temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca, y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus padres.
SALMO RESPONSORIAL 147, 12-15. 19-20
R/. ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!
¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! Él reforzó los cerrojos de tus puertas y bendijo a tus hijos dentro de ti.
Él asegura la paz en tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo. Envía su mensaje a la tierra, su palabra corre velozmente.
Revela su palabra a Jacob, sus preceptos y mandatos a Israel: a ningún otro pueblo trató así ni le dio a conocer sus mandamientos.
SEGUNDA LECTURA
Hay un solo pan. Todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 16-17
Hermanos:
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.
SECUENCIA
Éste es el pan de los ángeles.
Glorifica, Sión, a tu Salvador, aclama con himnos y cantos a tu Jefe y tu Pastor.
Glorifícalo cuanto puedas, porque Él está sobre todo elogio y nunca lo glorificarás bastante.
El motivo de alabanza que hoy se nos propone es el pan que da la vida.
El mismo pan que en la Cena Cristo entregó a los Doce, congregados como hermanos.
Alabemos ese pan con entusiasmo, alabémoslo con alegría, que resuene nuestro júbilo ferviente.
Porque hoy celebramos el día en que se renueva la institución de este sagrado banquete.
En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua de la nueva alianza pone fin a la Pascua antigua.
El nuevo rito sustituye al viejo, las sombras se disipan ante la verdad, la luz ahuyenta las tinieblas.
Lo que Cristo hizo en la Cena, mandó que se repitiera en memoria de su amor.
Instruidos con su enseñanza, consagramos el pan y el vino para el sacrificio de la salvación.
Es verdad de fe para los cristianos que el pan se convierte en la carne, y el vino, en la sangre de Cristo.
Lo que no comprendes y no ves es atestiguado por la fe, por encima del orden natural.
Bajo la forma del pan y del vino, que son signos solamente, se ocultan preciosas realidades.
Su carne es comida, y su sangre, bebida, pero bajo cada uno de estos signos, está Cristo todo entero.
Se lo recibe íntegramente, sin que nadie pueda dividirlo ni quebrarlo ni partirlo.
Lo recibe uno, lo reciben mil, tanto éstos como aquél, sin que nadie pueda consumirlo.
Es vida para unos y muerte para otros. Buenos y malos, todos lo reciben, pero con diverso resultado.
Es muerte para los pecadores y vida para los justos; mira cómo un mismo alimento tiene efectos tan contrarios.
Cuando se parte la hostia, no vaciles: recuerda que en cada fragmento está Cristo todo entero.
La realidad permanece intacta, sólo se parten los signos, y Cristo no queda disminuido, ni en su ser ni en su medida.
Éste es el pan de los ángeles, convertido en alimento de los hombres peregrinos: es el verdadero pan de los hijos, que no debe tirarse a los perros.
Varios signos lo anunciaron: el sacrificio de Isaac, la inmolación del Cordero pascual y el maná que comieron nuestros padres.
Jesús, buen Pastor, pan verdadero, ten piedad de nosotros: apaciéntanos y cuídanos; permítenos contemplar los bienes eternos en la tierra de los vivientes.
Tú, que lo sabes y lo puedes todo, Tú, que nos alimentas en este mundo, conviértenos en tus comensales del cielo, en tus coherederos y amigos, junto con todos los santos.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 6, 51
Aleluya.
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Mi carne es la verdadera comida, y mi sangre, la verdadera bebida.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-58
Jesús dijo a los judíos:
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”
Jesús les respondió:
“Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”.
Credo
ORACIÓN DE LOS FIELES
Antes de disponer la mesa santa donde el Señor hará nuevamente presente su tránsito pascual que salva a todos los hombres, elevemos nuestras súplicas a Dios Padre con la plena confianza de ser escuchados:
Para que los obispos y presbíteros cuando presidan la celebración eucarística, vivan tan plenamente identificados con el Señor, que el pueblo vea en ellos la imagen viva de Cristo, que preside a quienes se han reunido en su nombre, roguemos al Señor.
Para que pronto llegue el día en que todos los cristianos celebremos la eucaristía en la unidad de una sola Iglesia y todos los hombres, de un extremo al otro del mundo, ofrezcan el sacrificio del Cuerpo y la Sangre de Cristo, roguemos al Señor.
Para que los fieles que se encuentran a las puertas de la muerte dejen este mundo llenos de paz y, confiando en las promesas del Señor y fortalecidos con el Cuerpo de Cristo, lleguen al reino de la felicidad y de la vida, roguemos al Señor.
Para que el Señor fortalezca constantemente nuestra fe y acreciente nuestro amor, a fin de que adoremos siempre en espíritu y verdad a Cristo realmente presente en el admirable sacramento de la Eucaristía, roguemos al Señor.