Eucaristía del Domingo 25 de Febrero de 2024
Domingo segundo de Cuaresma
Salterio II
Color: morado
INTRODUCCIÓN
La ‘agonía’ de Abraham, la ‘agonía’ de Isaac, la ‘agonía’ de Cristo, la ‘agonía’ de cada creyente es la experiencia primera y más común de la fe. La crisis de la Pasión, la soledad de los hombres, el escándalo de la Cruz, son datos constantes de la vida de creyentes. La dinámica de la fe comprende el silencio y la prueba para llegar a la luz.
Al final, sin embargo, brilla la Pascua – Transfiguración. Jesús sobre la Cruz pronuncia el Salmo 22, oración, por una parte, de desolación, pero por otra, oración que desemboca en un final de gozo y de paz. El grano enterrado en la tierra, muere, pero da fruto. La Pascua nace del terreno de la Pasión, pero es rescatada de la misma Pasión y muerte.
Es necesario participar en la humanidad de Cristo para compartir la gloria. San Francisco de Asís en su agonía, según narra San Buenaventura, se hace extender sobre la desnuda tierra para imitar perfectamente al Cristo Crucificado, pobre, sufriente y desnudo. Es esta separación de sí y de las cosas, la que genera el esplendor de la promesa de Abraham y la luz de la Transfiguración Pascual.
Antífona, de entrada Sal 26, 8. 9
Mi corazón sabe que dijiste: busquen mi rostro. Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí.
ORACIÓN COLECTA
Padre santo, que nos mandaste escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu con tu Palabra, para que, después de haber purificado nuestra mirada interior, podamos contemplar gozosos la gloria de su rostro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
El sacrificio de Abraham, nuestro padre en la fe.
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2. 9-13. 15-18
Dios puso a prueba a Abraham.
“¡Abraham!”, le dijo.
Él respondió: “Aquí estoy”.
Entonces Dios le siguió diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que Yo te indicaré”.
Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el Ángel del Señor lo llamó desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!”
“Aquí estoy”, respondió él.
Y el Ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único”.
Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Luego el Ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, Yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”.
SALMO RESPONSORIAL 115, 10. 15-19
R/. Caminaré en presencia del Señor.
Tenía confianza, incluso cuando dije: “¡Qué grande es mi desgracia!” ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén.
SEGUNDA LECTURA
Dios no perdonó a su propio Hijo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma 8, 31b-34
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con Él toda clase de favores?
¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? “Dios es el que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos?” ¿Será acaso Jesucristo, el que murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros?
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 17, 5
Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”.
EVANGELIO
Éste es mi Hijo muy querido.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 9, 2-10
Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Éste es mi Hijo muy querido, escúchenlo”.
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría “resucitar de entre los muertos”.
Credo
Oración universal.
Oremos, hermanos, al Padre de la misericordia, árbitro de nuestros actos y Dios que escudriña lo profundo de nuestros corazones, y, con espíritu contrito, pidámosle que escuche la oración de su pueblo penitente:
Para que Dios conceda a sus fieles vivir estos días de Cuaresma con verdadero espíritu de penitencia y prepararse a celebrar con fruto el sacramento del perdón, roguemos al Señor.
Para que quienes se han apartado del camino del bien y han muerto a causa del pecado escuchen en estos días de Cuaresma la voz del Hijo de Dios y vivan, roguemos al Señor.
Para que Dios inspire sentimientos de caridad a los que tienen riquezas y multiplique los bienes de la tierra en bien de todos, roguemos al Señor.
Para que la penitencia cuaresmal aleje de nosotros el amor desordenado a los bienes visibles y sane nuestra aridez espiritual con el deseo de los bienes del cielo, roguemos al Señor.