Eucaristía del Domingo 07 de Abril de 2024
Domingo segundo de Pascua
Salterio II
Color: blanco
INTRODUCCIÓN
Cristo el resucitado, está entre nosotros. Acompaña con su poder la marcha de la historia. El Señor está presente en la comunidad de los creyentes, en la Palabra de Dios, en el servicio fraternal, en el Ministerio y la Eucaristía.
La unidad de corazón y de alma de la primera comunidad cristiana, encontró concreta expresión en la victoria sobre el egoísmo, en el amor fraterno que Cristo ha mandado a los suyos. Como escuchamos en los Hechos de los Apóstoles, la comunión de los bienes era una elección libre: estaban disponibles para practicar el bien.
El Apóstol Juan nos enseña que la caridad viene de Dios y a Dios retorna, pasando por nuestros hermanos, porque el amor alimentado de la gracia no es fruto de los genéricos buenos sentimientos, sino que se desprende del corazón del Hijo de Dios en obediencia a sus mandamientos para imitar a Cristo y como fruto de la Redención.
En este domingo, Día del Cuasimodo, la comunión a nuestros hermanos enfermos, se hace expresión de esta caridad. Nos hacemos solidarios con todos aquellos que sufren y manifestamos a la ciudad que el amor de Cristo se comunica a todos nuestros hermanos por medio del Sacramento de la Eucaristía. La fracción del Pan es nuestro más grande tesoro y alimenta en este día de manera especial, a aquellos que por su salud no han podido participar de la comunión fraterna.
El Domingo de Cuasimodo se hace expresión de la fe Eucarística de una Iglesia que se alimenta de Cristo, el Señor.
Antífona de entrada 1Ped 2, 2
Como niños recién nacidos, deseen la leche pura de la Palabra, que los hará crecer para la salvación. Aleluya.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios de eterna misericordia, que en la celebración anual de las fiestas pascuales reavivas la fe del Pueblo santo, acrecienta en nosotros los dones de tu gracia para comprender, verdaderamente, la inestimable grandeza del bautismo que nos purificó, del Espíritu que nos regeneró y de la sangre que nos redimió. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Un solo corazón y una sola alma.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.
Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.
SALMO RESPONSORIAL 117, 2-4. 16-18. 22-24
R/. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor! Que lo diga la familia de Aarón: ¡es eterno su amor! Que lo digan los que temen al Señor: ¡es eterno su amor!
“La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas”. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor. El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte.
La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.
SEGUNDA LECTURA
El que ha nacido de Dios vence al mundo.
Lectura de la primera carta de san Juan 5, 1-6
Queridos hermanos:
El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de Él.
La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 20, 29
“Ahora crees, Tomás, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Ocho días más tarde, apareció Jesús.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 20, 19-31
Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo:
“¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”.
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
“Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”
Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”.
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo:
“¡La paz esté con ustedes!”
Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.
Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo:
“Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Credo
ORACIÓN DE LOS FIELES
Llenos de gozo por la resurrección del Señor, purificados nuestros sentimientos y renovado nuestro espíritu, supliquemos con insistencia al Señor, diciendo: Rey vencedor, escúchanos.
A Cristo que, con su gloriosa resurrección, ha vencido la muerte y ha destruido el pecado, pidámosle que todos los cristianos sean siempre fieles a las promesas del bautismo que renovaron en la noche santa de Pascua.
A Cristo, que, con su gloriosa resurrección, ha otorgado el perdón y la paz a los pecadores, supliquémosle que quienes han regresado al camino de la vida conserven íntegramente los dones que la misericordia del Padre les ha restituido.
A Cristo, que, con su gloriosa resurrección ha dado al mundo la vida verdadera y ha renovado toda la creación, pidámosle por los que, por no creer en su triunfo, viven sin esperanza.
A Cristo, que, con su gloriosa resurrección ha colmado de alegría a los pueblos, los ha enriquecido con sus dones y ha hecho vibrar de gozo nuestros corazones, pidámosle que renueve la esperanza de los que sufren y lloran, de manera especial, a aquellos que hoy se alimentarán con la santa comunión.
A Cristo, que, con su gloriosa resurrección anunció la alegría a las mujeres, y por medio de las mujeres a los apóstoles, y por medio de los apóstoles al mundo entero, pidámosle por los que nos hemos reunido para celebrar su triunfo, en especial, estos hermanos nuestros que han sido bendecidos para ponerse al servicio de los más necesitados.