Eucaristía del Domingo 14 de Abril de 2024
Domingo tercero de Pascua
Salterio III
Color: blanco
INTRODUCCIÓN
Jesús resucitado ha estrechado su solidaridad con todos los hombres, es el compañero de nuestro caminar. Está presente en el trabajo para construir el mundo según el plan de Dios, y en la misión de anunciar el evangelio. Las apariciones del Señor resucitado se distinguen marcadamente de las escenas de Jesús de Galilea, narrada en los evangelios. El ambiente realista, casi palpable, de éstas, contrasta con el carácter de sorpresa de si es o no es el Señor de llegada súbita y desaparición no puntualizada que ronda las escenas de Jesús resucitado. A ella se asemeja más la presencia de Cristo en nuestras vidas. Percibido en la fe, que -aún en la duda- avanza y es confortada. Esta fe debe, como la de Pedro en sus primeros discursos, ser manifestada con valentía y vivida con la sinceridad del que coordina su obrar con su querer. Los apóstoles serán los testigos del resucitado y lo anunciarán al mundo como el único salvador. El mensaje y los dones de la redención deben llegar a toda la gente dispuesta a aceptarlo con una sincera conversión. Solamente no se salva el que rechaza el ofrecimiento de perdón y de amor de Dios. Hoy también el Señor irrumpe en medio de nosotros y nos saluda deseándonos la paz. Hoy también nos abre el entendimiento y nos hace sus testigos en el mundo.
Antífona de entrada Cf. Sal 65, 1-2
Aclame al Señor toda la tierra. Canten la gloria de su nombre. Aleluya.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que tu pueblo se alegre siempre por la nueva vida recibida, para que, con el gozo de los hijos, aguarde con firme esperanza el día de la resurrección final. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Ustedes mataron al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19
En aquellos días, Pedro dijo al pueblo:
“El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de Él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad, Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida, mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer.
Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados”.
SALMO RESPONSORIAL 4. 2. 4. 7, 9
R/. Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro.
Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, Tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración.
Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: Él me escucha siempre que lo invoco. Hay muchos que preguntan: “¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?”
Me acuesto en paz y en seguida me duermo, porque sólo Tú, Señor, aseguras mi descanso.
SEGUNDA LECTURA
Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados y por los del mundo entero.
Lectura de la primera carta de san Juan 2, 1-5a
Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen.
Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo.
Él es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice:
“Yo lo conozco”, y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en aquél que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Cf. Lc. 24, 32
Aleluya.
Señor Jesús, explícanos las Escrituras. Haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas. Aleluya.
EVANGELIO
El Mesías debía sufrir, y resucitar de entre los muertos al tercer día.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según San Lucas 24, 35-48
Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”.
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que Yo tengo”.
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos que se resistían a creer.
Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?” Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; Él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, Yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”.
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.
Credo
Oración Universal
Invoquemos, amados hermanos, a Cristo, triunfador del pecado y de la muerte, que siempre intercede por nosotros:
Para que Cristo, el Señor, atraiga hacia sí el corazón de los fieles y fortalezca sus voluntades, de manera que busquen los bienes de allá arriba, donde él está sentado a la derecha de Dios, roguemos al Señor.
Para que Cristo, amo supremo de la creación, haga que todos los pueblos gocen abundantemente de la paz que en sus apariciones otorgó a los discípulos, roguemos al Señor.
Para que Cristo, el destructor de la muerte y el médico de toda enfermedad, se compadezca de los débiles y desdichados y aleje del mundo el hambre, las guerras y todos los males, roguemos al Señor.
Para que Cristo, el Señor, salve y bendiga nuestra parroquia (comunidad), y conceda la paz, la alegría y el descanso en las fatigas a los que hoy nos hemos reunido aquí para celebrar su triunfo, roguemos al Señor.