Eucaristía del Jueves 17 de Octubre de 2024
Jueves de la vigesimoctava semana del tiempo ordinario
San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir
Memoria obligatoria
Color: rojo
Ignacio gobernó, como sucesor de Pedro, la Iglesia de Antioquía. Condenado a las fieras, fue trasladado a Roma en tiempos del emperador Trajano, donde sufrió el martirio en el año 107. En las escalas de su viaje a Roma, escribió a diversas Iglesias cartas en las que expresa hermosos cantos de amor brotados de un corazón cristiano: “Déjenme recibir la pura luz. No hay en mí sino un agua viva que murmura: Ven hacia el Padre”.
Antífona de entrada Cf. Gal 2, 19-20
Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que honras a tu Iglesia con el testimonio de los santos mártires, haz que el martirio de san Ignacio de Antioquía, que hoy celebramos, así como fue para él causa de eterna gloria, sea para nosotros motivo de constante protección. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 1, 1-10
Pablo, Apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, saluda a los santos que creen en Cristo Jesús. Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en Él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.
Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.
En Él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo una sola Cabeza, que es Cristo.
SALMO RESPONSORIAL 97, 1-6
R/. ¡El Señor manifestó su victoria!
Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.
El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.
Canten al Señor con el arpa al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es Rey.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 14, 6
Aleluya.
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 11, 47-54
Jesús dijo a los fariseos y a los doctores de la Ley: “¡Ay de ustedes, que construyen los sepulcros de los profetas, a quienes sus mismos padres han matado! Así se convierten en testigos y aprueban los actos de sus padres: ellos los mataron y ustedes les construyen sepulcros.
Por eso la Sabiduría de Dios ha dicho: “Yo les enviaré profetas y apóstoles: matarán y perseguirán a muchos de ellos”. Así se pedirá cuenta a esta generación de la sangre de todos los profetas, que ha sido derramada desde la creación del mundo: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el santuario. Sí, les aseguro que a esta generación se le pedirá cuenta de todo esto.
¡Ay de ustedes, doctores de la Ley, porque se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que quieren entrar, se lo impiden”.
Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.