Eucaristía del Domingo 16 de Marzo de 2025

Domingo segundo de Cuaresma
Color: morado
La salvación es fruto de una íntima comunión con Dios. De esta comunión, es clara
expresión y elocuente símbolo, la alianza que en la Biblia interviene en los momentos fundamentales de la salvación. Sin ir más lejos, la alianza es un mutuo y solemne compromiso de fidelidad.
Dios es siempre fiel a su palabra y el hombre no debe faltar a la suya.
En el antiguo rito de la alianza, quienes la realizaban, pasaban a través de las víctimas descuartizadas sacrificialmente para significar que sabían cuáles eran las graves consecuencias de una traición. Dios, simbolizado por una llama, cumple con el rito y lo hace primero, como para indicar que ofrecía espontáneamente, por gracia, su alianza.
La fidelidad de Dios a su compromiso, tiene su máxima prueba en el ofrecimiento
del Hijo sobre la cruz. La sangre de Cristo, víctima por nuestros pecados, sellará la
definitiva y nueva alianza que ha sido realizada para nuestra salvación.
En la transfiguración, Jesús dialoga sobre los próximos acontecimientos del calvario.
Lo hace con Moisés, mediador de la antigua alianza, y con Elías, el profeta que luchó para que el pueblo no olvidara sus compromisos con el Señor.
La muerte no oscureció la divinidad de Cristo, sino que la manifestó en plenitud,
porque de la cruz nace la salvación para el mundo.
En la celebración eucarística, misterio de la muerte y de la gloria, debemos renovar la decisión de no traicionar los compromisos del bautismo, con los cuales hemos sido consagrados para Dios.
Antífona de entrada Sal 26, 8. 9
Mi corazón sabe que dijiste: busquen mi rostro. Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí.
ORACIÓN COLECTA
Padre santo, que nos mandaste escuchar a tu Hijo amado, alimenta nuestro espíritu con tu Palabra, para que, después de haber purificado nuestra mirada interior, podamos contemplar gozosos la gloria de su rostro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Dios selló una alianza con el fiel Abraham.
Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18
Dios dijo a Abrám: “Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”.
Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación.
Entonces el Señor le dijo: “Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra”.
“Señor, respondió Abrám, ¿cómo sabré que la voy a poseer?”
El Señor le respondió: “Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma”.
Él trajo todos estos animales, los cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero no dividió los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron sobre los animales muertos, pero Abrám las espantó.
Al ponerse el sol, Abrám cayó en un profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una densa oscuridad. Cuando se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados.
Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrám diciendo: “Yo he dado esta tierra a tu descendencia”.
SALMO RESPONSORIAL 26, 1. 7-9. 13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz, apiádate de mí y respóndeme! Mi corazón sabe que dijiste: “Busquen mi rostro”.
Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. No alejes con ira a tu servidor, Tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.
SEGUNDA LECTURA
Cristo hará nuestro cuerpo semejante a su cuerpo glorioso.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 3, 17—4, 1
Hermanos:
Sigan mi ejemplo y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.
Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.
ACLAMACIÓN AL Evangelio Mt 17, 5
Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”.
EVANGELIO
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 28b-36
Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con Él.
Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”.
Él no sabia lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.
Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.
Credo
Oración universal.
Oremos, hermanos, al Padre de la misericordia, árbitro de nuestros actos y Dios que escudriña lo profundo de nuestros corazones, y, con espíritu contrito, pidámosle que escuche la oración de su pueblo penitente:
– Para que Dios conceda a sus fieles vivir estos días de Cuaresma con verdadero espíritu de penitencia y prepararse a celebrar con fruto el sacramento del perdón, roguemos al Señor.
– Para que quienes se han apartado del camino del bien y han muerto a causa del pecado escuchen en estos días de Cuaresma la voz del Hijo de Dios y vivan, roguemos al Señor.
– Para que Dios inspire sentimientos de caridad a los que tienen riquezas y multiplique los bienes de la tierra en bien de todos, roguemos al Señor.
– Para que la penitencia cuaresmal aleje de nosotros el amor desordenado a los bienes visibles y sane nuestra aridez espiritual con el deseo de los bienes del cielo, roguemos al Señor.